Tenía 8 años si mal no recuerdo y me encontraba en un pasadía en la playa con mis papás y algunos de sus amigos. Lo pasaba de lo lindo, aún recuerdo un inflable en forma de delfín que usaba en el agua y que me encantaba. De momento, un “batazo” en mi cabeza.
El dolor que me atrapó era terrible y llegó sin advertencia. Un minuto disfrutaba del mar en mi hermoso Puerto Rico y al próximo sentía que mi cabeza explotaría. Mi mamá me dio acetaminophen, acomodó una sábana y toallas debajo de una palma, en la sombra, y me recostó ahí. En ese espacio, con el olor a sal y el sonido de las olas, esperaba (rogaba) a que el dolor desapareciera. Me quedé dormida y gracias a Dios, desperté sin los efectos del “batazo”.
Con el pasar de los años, lo que aprendí eran episodios de “migraña por el libro”, como lo describió mi neurólogo, se hicieron más frecuentes y más intensos. La frustración de padecer de esta condición es inmensa: la gran mayoría de las personas piensa que solo tienes un simple y común dolor de cabeza que puedes evitar “se te apodere” haciendo algo como ejercicios, tomándote unas pastillas over the counter, pensando en otra cosa, etc.
¿Mi realidad? Y de seguro, ¿la de muchos? Cuarto oscuro, zero ruido o al mínimo, medicamentos recetados para el dolor y las náuseas, entre otras cosas divertidas. Y a esperar, esperar, esperar.
¿Cómo va el asunto de la maternidad con este cuadro?
Demasiadas veces lucho con el sentimiento de que fracaso como mamá porque no puedo levantarme de la cama o porque un pasadía debe llegar a su fin antes de lo anticipado pues de momento comienzan las “señales”.
Cuando me ha comentado que le duele la cabeza, mi corazón se paraliza. Gracias a Dios, solo me lo ha dicho dos veces y ha resultado ser un dolor de cabeza “normal”. Pero eso no evita que estemos más que pendientes a ella y a sus hermanos.
¿Por qué comparto esto? Porque las migrañas son una condición de salud que debería tomarse más en serio y cuyos efectos o impacto sobre quienes la padecen no deberían ser minimizados o hasta criticados. También porque se necesita más educación en cuanto a la diferencia entre un ataque de migraña y otros tipos de dolores de cabeza.
No todo dolor de cabeza fuerte es migraña. Este término se “prostituye” demasiado y no ayuda a la causa de crear mayor conciencia sobre este mal.
Debemos también recordar que, sí, todos tenemos nuestras batallas, esta es la mía, pero mientras nuestros peques estén saludables y felices, ¡lo estamos haciendo bien!
¿Mi realidad? Y de seguro, ¿la de muchos? Cuarto oscuro, zero ruido o al mínimo, medicamentos recetados para el dolor y las náuseas, entre otras cosas divertidas. Y a esperar, esperar, esperar.
personal/social, etc. Y cuando eres mamá, un ataque de migraña es una de las peores cosas que pueden suceder.
Eso es algo que nunca consideré cuando soñaba con ser mamá: como mi condición afectaría ese rol y qué implicaba para mis hijos. No hay manera de explicarle a un pequeño que no soportas el dolor, que no pueden hacer mucho ruido o que hoy no podremos ir al parque. También existe la posibilidad de que hereden esa condición, como lo advirtió la Pediatra que atendió a mi niña de apenas 6 meses de nacida cuando le dio un catarro. En nuestro caso, la posibilidad es doble: su papá también padece de migrañas.
Eso es algo que nunca consideré cuando soñaba con ser mamá: como mi condición afectaría ese rol y qué implicaba para mis hijos. No hay manera de explicarle a un pequeño que no soportas el dolor, que no pueden hacer mucho ruido o que hoy no podremos ir al parque. También existe la posibilidad de que hereden esa condición, como lo advirtió la Pediatra que atendió a mi niña de apenas 6 meses de nacida cuando le dio un catarro. En nuestro caso, la posibilidad es doble: su papá también padece de migrañas.
¿Cómo va el asunto de la maternidad con este cuadro?
Demasiadas veces lucho con el sentimiento de que fracaso como mamá porque no puedo levantarme de la cama o porque un pasadía debe llegar a su fin antes de lo anticipado pues de momento comienzan las “señales”.
- Si las noto a tiempo, me tomo los medicamentos, no espero.
- Mucha agua para mantenerme hidratada.
- Trato de reducir el estrés, en lo personal o laboral.
- He aprendido a identificar mis triggers: salsa soya es uno y el chocolate. Demasiado calor también me afecta, algo irónico porque soy nacida y criada en una isla tropical.
- Mi nena, quien ahora tiene seis años, poco a poco va entendiendo lo que es una migraña y trata de ayudar: jugando tranquila y distrayendo a sus hermanitos.
Cuando me ha comentado que le duele la cabeza, mi corazón se paraliza. Gracias a Dios, solo me lo ha dicho dos veces y ha resultado ser un dolor de cabeza “normal”. Pero eso no evita que estemos más que pendientes a ella y a sus hermanos.
¿Por qué comparto esto? Porque las migrañas son una condición de salud que debería tomarse más en serio y cuyos efectos o impacto sobre quienes la padecen no deberían ser minimizados o hasta criticados. También porque se necesita más educación en cuanto a la diferencia entre un ataque de migraña y otros tipos de dolores de cabeza.
No todo dolor de cabeza fuerte es migraña. Este término se “prostituye” demasiado y no ayuda a la causa de crear mayor conciencia sobre este mal.
Debemos también recordar que, sí, todos tenemos nuestras batallas, esta es la mía, pero mientras nuestros peques estén saludables y felices, ¡lo estamos haciendo bien!
¿Eres mamá migrañosa? Un abrazo y te entiendo.
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