jueves, 6 de agosto de 2015

¡Cuando aprietan las contracciones en el lugar menos indicado!

En las películas muchas veces se da una serie de sucesos cuando la protagonista embarazada rompe fuente y va a dar a luz. Nunca pensé que ese día, Día de los Padres, para mi sería casi sacado de una película...

Había pasado una semana desde que boté el tapón mucoso (lo siento pero así se le llama), podía dar a luz en cualquier momento. Y, como un reloj suizo, exactamente al pasar esa semana, comenzaron las contracciones. Ouch! Aun así, tomé mi tiempo: me metí a bañar, me rasuré las piernas, me arreglé el cabello y hasta me maquillé, con pausas entre medio para superar los dolores de las contracciones. Una vez estaba "set", bastante "relax" le comenté  a mi marido que "creo debemos salir para el hospital".

En la autopista, de camino, el marido iba comiéndose la carretera y las contracciones cogieron impulso. De momento, lo que nunca había pasado, se calentó el carro. El futuro papá, nervioso, buscaba echarle agua al radiador, mientras yo me mordía el labio y le aseguraba que "no te preocupes, mi amor, estoy bien". Realmente, pensaba "¡voy a parir en plena autopista!"


Logró encender el carro y llegar hasta una megatienda cercana en busca de un galón de agua...todo estaba cerrado por ser día de fiesta. 

La guardia de seguridad del lugar entró en crisis pensando le tocaría ayudarme a traer al mundo a mi grilla y llamó al Sistema de Emergencias 9-1-1:

"¡Acaban de llegar! ¡Ella está con mucho dolor! ¡Avancen! ¡Me va a tocar a mi!"

A todas estas, marido había corrido a un McDonald's cercano en busca de agua para echarle al radiador del carro. 

Cuando llegó la ambulancia me subieron a la camilla y por poco arrancan sin futuro papá, quien llegó corriendo y sudado, pero a tiempo.

Ahí empezó la carrera al hospital, veía por las pequeñas ventanas el carro de mi marido persiguiendo a la ambulancia, y yo rogando "Dios, ¡que no se apague el carro!". A todas estas agarrada de la camilla como si mi vida dependiera de ello, porque el cinturón de seguridad lo amarraron muy abajo y con cada jamaqueo de la ambulancia, sentía que iba a terminar en el piso.

Mi primera foto
Finalmente llegamos y le tocó a marido correr por el hospital, llenando papeles y luego en busca de la sala de parto donde yo estaba. Rompí fuente a lo película, había leído que pocas veces botas mucha agua...¡me llegó hasta los pies!

En cuestión de nada, y pensando me desmayaría del dolor, di a luz a mi beba, con mi marido en "shock" durante el "evento", mi mamá llorando en la sala de parto y mi papá escondido detrás de una cortina porque no pudo bregar con el asunto. Ambos pudieron estar en sala...creo quedaron marcados por lo que vieron...

Y ese fue el regalo de Padres para marido: su hija. Nacida luego de una comedia de errores que no fue hasta después que nos provocó risa. Toda una aventura, para dar inicio a esta nueva etapa en nuestras vidas...¡ahí vamos!

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